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fuente: agencia efe

Evo, otra vez

El presidente boliviano camina a ser elegido por tercera vez este domingo 12 de octubre. Según las encuestas le saca al menos 41% de ventaja a su más cercano perseguidor. Las cifras de la economía lo ayudan.

Publicado: 2014-10-07

Luce tranquilo, fresco, digamos que goleador. Como que el miércoles 8 de octubre jugará un partido de fútbol, al lado de veteranos de la selección boliviana, contra ex jugadores del Real Madrid, entre los que se encuentran Emilio Butragueño y Fernando Hierro. La sede del match será Santa Cruz de la Sierra, el viejo bastión de sus opositores más furiosos.

Increíblemente, hasta en esa cancha Evo Morales Ayma, el sindicalista cocalero que preside Bolivia desde 2006, hoy se mueve con presteza. Una encuesta de Ipsos arroja que allí, donde al comienzo de su gobierno hubo un intento de secesión, sacaría más del 50% de los votos en las elecciones del próximo domingo 12 de octubre.

Bolivia en la cumbre

¿Cómo se explica que este hombre, que se pasó años luchando en las calles y campos, sea ahora un inquilino nada precario en el Palacio Quemado, la sede de gobierno de Bolivia? En parte podría decirse, como en los tiempos de Bill Clinton en EEUU, “es la economía, estúpido”.

Aún cuando algunos despistados no lo crean, Bolivia es un país que ha crecido profusamente. Olvídense de Chile, o de Perú, los presuntos jaguares latinoamericanos. Mientras nosotros luchamos, encarnizadamente, por no perder nuestras rollizas cifras de crecimiento, el país de Evo Morales pisa fuerte y seguro. En el 2013, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el PIB boliviano creció nada menos que 6.78%.

Si se dudara de estas cifras oficiosas, allí está la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), para confirmar la tendencia. En el 2013, de acuerdo al organismo, la Inversión Extranjera Directa se incrementó en 35%. La previsión de crecimiento para este año, si bien descendería (5.5%), sería la mayor de toda Sudamérica. Y en América Latina solo sería superada por Panamá. La explicación de tal auge, desconocido en Bolivia durante décadas, estriba en la potencia de sus materias primas, especialmente los hidrocarburos, hoy bastante bien cotizados en el mundo. Pero a la vez en un cierto pragmatismo que no ha aplastado la inversión privada.

A pesar de las nacionalizaciones petroleras, mineras o de teléfonos, se sigue haciendo negocios en Bolivia, al punto que calificadoras de riesgo como Moody’s o Standard & Poor’s han bendecido la economía boliviana, calificándola de "estable". Hasta el Banco Mundial (BM) ha felicitado tal desempeño, para sorpresa del propio Morales.

Por ofrecer un dato de modernidad a la boliviana: ya existe un teleférico que comunica El Alto con La Paz y recorre un tramo que antes implicaba un tumultuoso viaje en ómnibus o microbuses. En la misma capital, el presidente anunció la creación del primer centro de energía nuclear, en el que se invertirán millones de dólares.

Ritmos y estilos

La pobreza extrema ha descendido, especialmente en el campo. En el 2005 llegaba a un 62.9% y ahora está en un 40.9%, más de 22% menos. La manera de conseguir este descenso, por cierto, se basa en intensos programas sociales y subsidios, que los economistas más ortodoxos critican, pero que el pueblo que vota valora sin dudas.

A veces llegando a extremos curiosos. A inicios de setiembre se supo que algunas organizaciones indígenas y sociales del departamento de Potosí habían acordado dar de latigazos a quienes no votaran por Morales para la presidencia en octubre. O a quienes votaran por él pero por otra lista parlamentaria.

El país parece moverse entre una suerte de prosperidad y estas proclividades atávicas en relación con el ‘Jefazo’, tal como llama el periodista argentino Martín Sivak a Morales en un libro del mismo nombre. El líder del MAS (Movimiento al Socialismo) ejerce un liderazgo fuerte, indiscutible por el momento.

Se apoya en esa economía estable, y a la vez generosa, así como en un cable a tierra que lo mantiene ligado a las organizaciones populares. En julio del 2012, cuando ya llevaba seis años como presidente, fue elegido, por novena vez, presidente de las Seis Federaciones del Trópico, que son las que gobiernan el cultivo de la coca en el oriente.

Esa conexión le permite jugar en varias canchas, no perder el vínculo con la calle y el campo, y además darse ciertos ‘lujos’ de mandatario mesiánico y autoritario. En agosto del mismo año, por ejemplo, exigió la renuncia del ministro del Agua y Medio Ambiente, Felipe Quispe Quenta, por un motivo que terminó siendo irrelevante.

Había llegado de visita al salar de Uyuni. Tras bajar del avión que lo llevó al aeropuerto de este lugar observó que los grifos de agua estaban secos. Morales llamó públicamente mentiroso al ministro, por decir que sí funcionaban y, finalmente, lo echó. Poco después se comprobó que, debido a las bajas temperaturas, el agua se había congelado.

Turbulencias

El gobernante boliviano no ha gozado de una popularidad sin fisuras. Aunque ahora se muestre sólido en su camino reeleccionista, las tormentas de su mandato no han sido pocas. En diciembre del 2010 tuvo que enfrentar una desatada ola de protestas debido a su intento de anular los subsidios a los combustibles. La cosa no fue leve, al punto que en enero del 2011 retrocedió. En el 2012 sobrevino una ola de protestas de mediana intensidad. Médicos, discapacitados e incluso policías tomaron las calles con la consigna de conseguir mejoras salariales. Fue un año turbulento, durante buena parte del cual pareció estar en jaque.

El frente más complicado estalló en el Oriente por la intención del gobierno de construir una carretera que atravesaría el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Securé (TIPNIS), una importante área protegida. Las protestas, encabezadas por dirigentes de pueblos originarios, paralizaron el proyecto.

De esas asonadas salió el candidato presidencial Fernando Vargas, que hoy sigue en carrera al frente del Partido Verde de Bolivia. No tiene posibilidad alguna de tener gran votación, pero su sola presencia es un eco de la zanja que este conflicto abrió entre el Presidente y el mundo indígena y campesino.

Además, están las denuncias de la oposición en torno al padrón de electores y la aplastante campaña de Morales, que no parece distinguir el papel de Presidente del de candidato. Según el candidato Samuel Doria Medina, no hay “un árbitro neutral” en estas elecciones: El Tribunal Supremo Electoral respondería al mandatario y la inversión en propaganda oficial sería millonaria y constante, mientras que la de sus rivales solo duró un mes. La oposición, no obstante, cometió el error de presentarse dividida, con lo que prácticamente le regaló las elecciones del 12 de octubre al reeleccionista.

Al filo del triunfo

Morales buscaría ganar con el 74%, en cierto modo para demostrar que sube 10% en cada elección (obtuvo 54% en la del 2005 y 64% en la del 2009). Si las encuestas no mienten, también obtendría una demoledora mayoría en el Congreso, lo que le permitiría seguir adelante con sus reformas, su modelo plurinacional.

En Bolivia, un Presidente puede tener solo dos períodos, de acuerdo con la Constitución, pero él se dio maña para que su primera elección no contara y solo se tuviera en cuenta las dos que venían. Por eso está allí, para estar en el poder hasta el 2020. Su juego es controvertido. Pero las tribunas lo reclaman.

Publicado en DOMINGO de La República el 5/10/2014


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Meditamundo

Un blog de Ramiro Escobar