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fuente: el espectador

Herejías de septiembre

Publicado: 2014-09-09

Se acerca otro 11 de septiembre, esa fecha que deja un eco de espanto, que remueve el pavor acumulado y que siempre sacude la memoria. No solo por el tenebroso ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York sino, además, por otros hechos puestos en ese día gracias a un azar que, con frecuencia, parece confabulado con una misteriosa pulsión de la Historia.

Son 13 años después de la mañana fatal en que dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center y el terrorismo no se ha disuelto en el aire. El mundo occidental no duerme plácido, ni siquiera tras la muerte de Osama Bin Laden –el presunto autor intelectual de la masacre–, y ahora tiene al frente al Estado Islámico (EI), una versión hipertrofiada de Al Qaeda.

Ese giro histórico sangriento, quizás solo fue el signo mayor de un conflicto latente y perdurable. Y que revolvería el presente con el aire turbio del pasado. Si se analizan las furias y los motivos, de ayer y hoy, surge como un estandarte mortal la renuncia a aceptar al otro con sus ideas, sus prácticas o sus ilusiones. Es la invención de la herejía.

Los miembros de EI no aceptan a quien no sea el musulmán que ellos decretan; como antes, y ahora, Al Qaeda rechaza toda presencia occidental, por prudente, opaca o respetuosa que sea. Nosotros mismos, que tan modernos nos creemos, hemos puesto combustible a la hoguera, al suponer que la democracia tal como la conocemos es un producto global.

O al creer que las persecuciones perversas, los juicios sumarios o las ejecuciones en nombre de Dios, o de ciertos credos políticos, ocurren principalmente en otras latitudes del mundo y la cultura. No olvidemos que en ese otro trágico 11 de septiembre, el del malvado Augusto Pinochet hace 41 años, se procedió con talante claramente inquisidor.

Se oficializó la tortura, se quemaron libros sin piedad (y sin seso), se desapareció sin pudor a varios ciudadanos. No hay mucha diferencia entre las cruzadas laicas o religiosas, y a veces ambas se mezclan bajo el paraguas de una loca fe. El quid, la esencia de tal magno desvarío, es la creencia furibunda en que se tiene el patrimonio de la razón o la verdad.

Este devenir díscolo no tiene fecha en el calendario, claro. Pero resulta sugerente observar que, también en septiembre, de 1498 (se discute si fue el 11 o el 16), murió Fray Tomás de Torquemada, el cruel ‘martillo de herejes’ que llevó a la hoguera a unas 2.000 personas. Tan siniestra coincidencia parece, en verdad, un suplicio del destino.

Publicado en 'Meditamundo' de La República el 9/9/2014


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


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