Tragedia que no tiene cura
En el avión derribado en Ucrania viajaba todo una élite de científicos y activistas en la lucha mundial contra el SIDA. Una consecuencia adicional del perverso derribo del Boeing 777 con un misil.
Al doctor Joseph Marie Albert ‘Joep’ Lange le encantaba correr cada mañana, a partir de las 6 y 30 am. Lo seguía haciendo a sus 59 años y, según el médico catalán Bonaventura Clotet, un amigo suyo, siempre llegaba primero, algo que él pudo comprobar cuando trotaron juntos en ciudades como Praga, Roma, San Francisco y Nueva York.
Era una manera de mantenerse en forma, de estar listo para la magna batalla que, desde hace 30 años libraba contra el VIH (Virus de Inmunodeficencia Humana) en todas sus formas y en varios países, especialmente pobres. Pero hacia el mediodía del jueves 17 de julio en Grabovo, Ucrania, su noble carrera se truncó de manera inesperada.
Un infame proyectil
Fue el misil disparado desde tierra –por los rebeldes pro rusos o las fuerzas ucranianas, eso sólo el cielo lo sabe– contra el Boeing 777 de Malaysia Airlines el que acabó con la vida de este gran especialista. Casi un centenar más de médicos, científicos, funcionarios y activistas de este campo también fueron víctimas del cruel disparo al aire.
Todos se dirigían a Melbourne, Australia, donde el 20 de julio comenzó la 20 Conferencia Internacional sobre el SIDA, que tuvo que iniciarse con un tristísimo minuto de silencio. Al día siguiente se prendieron velas en la plaza principal de la ciudad, mientras las lágrimas seguían corriendo por las mejillas de los asistentes al evento.
“La cura podría estar en ese avión, nunca lo sabremos”, dijo Trevor Stratton, vicepresidente de Canada’s Source for HIV and Hepatitis C Information, tras enterarse de la noticia que remeció al mundo científico. Según él, entre los fallecidos había gente que colaboraba en estudios que llegarían, finalmente, a una vacuna para el mal.
El precursor
De todos los caídos, Lange era el más eminente. Había terminado la carrera de Medicina en la Universidad de Amsterdam justo en 1981, año en que se reportó el primer caso de sida en el mundo. Cuatro años después, ya se había sumergido en la investigación sobre el tema y en 1987 también dedicó su tesis doctoral a explorar el VIH.
Como cuenta Clotet, en el diario La Vanguardia fue uno de los primeros en apostar por la terapia antirretroviral. Creía que era mejor aplicarla cuanto antes “para evitar la destrucción del sistema inmunitario”. Su insistencia sirvió para que esta estrategia fuera ampliamente difundida en el mundo y hoy sea parte del tratamiento habitual.
También investigó la manera cómo una madre seropositiva transmitía el virus a sus hijos, lo que permitió prevenir el contagio, sobre todo en países más deprimidos, donde la epidemia es sumamente agresiva. Aún más: fue fundador de PharmAccess Foundation, entidad que hizo más accesibles los seguros de salud en el África.
La lucha en familia
Lange presidió –entre el 2002 y el 2004– la Sociedad Internacional sobre el sida (IAS, por sus siglas en inglés), la organización que auspiciaba la conferencia de Melbourne. Y antes, de 1993 a 1995, fue jefe de Investigación Clínica y Desarrollo de Fármacos en el Programa Global sobre Sida de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
También escribió numerosos artículos sobre el HIV y fue coeditor de la revista Antiviral Therapy. Recientemente, investigaba los efectos de los probióticos, presentes en ciertas formas de yogurt, en el tratamiento de los seropositivos. Por todo esto, Chris Beyrer, directivo actual de IAS, lo describió como “un grande”.
Su pareja, Jacqueline van Tongeren, lo acompañaba en esta cruzada y también falleció en el avión fatídico. Era miembro del Instituto Mundial de Amsterdam para el Desarrollo de la Salud y funcionaria de PharmAccess, entidad que se declaró “devastada” por la partida de los esposos que tanto lucharon contra el HIV.
Otras pérdidas
El misil también se llevó a Pim de Kuijer, un activista de Stop Aids Now!, una organización dedicada a contribuir en la lucha contra el sida en los países en desarrollo. Y a Martine de Schutter de AIDS Action Europe, otra entidad volcada a ayudar a los afectados por el mal en los lugares más abandonados del planeta.
Otras decenas de personas más, valiosísimas, sucumbieron a la estupidez de un misil lanzado en nombre de la ambición. Gracias a esta necia terapia bélica se perdieron 298 vidas y dentro de ellas unas 100 que, como las del doctor Lange, habrían salvado otras vidas, en medio de la dificilísima guerra contra las epidemias.