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El viaje del 'Pepe'

Un perfil de José Mujica, el austero presidente uruguayo, que en el pasado fue guerrillero y que sigue siendo chacarero. Su estilo informal, directo, hoy subvierte al mundo político y social.

Publicado: 2014-02-23

En la madrugada del lunes 6 de septiembre de 1971, cuando buena parte de Montevideo dormía, un sigiloso movimiento se producía en el penal de Punta Carretas, en donde purgaban pena varios tupamaros y algunos presos comunes. Afuera, Jesús Torretas, propietario de una casa ubicada en la avenida Ellauri de esta capital, fue uno de los primeros en darse cuenta.

Según el periodista Ricardo Ragendorfer, Torretas llamó a la policía avisando que unos convictos se habían escapado, pero del otro lado de la línea sólo recibió incredulidad. A pesar de que gritó “¡Hicieron un túnel que desemboca en mi casa!”, la conversación terminó con un “¡No molesté más, imbécil! Entretanto, 111 internos comenzaban a asomarse a la libertad.

De blanco a rojo

Entre ellos estaba Eleuterio Fernández Huidobro, hoy ministro de Defensa uruguayo, entonces de 29 años, y José Alberto Mujica Cordano, el actual presidente de la República Oriental del Uruguay. El ‘Pepe’, que por esos días todavía no era un personaje tan legendario, era algo mayorcito: tenía 36 años y ya cierta trayectoria turbulenta en la lucha guerrillera.

Por eso estaba preso, por ser miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), un frente político que hacia la mitad de los años 60 irrumpió en la escena uruguaya armas en ristre, inspirado de alguna manera en la triunfante Revolución Cubana de 1959. Aunque con la sustancial diferencia de que actuaba, básicamente, en las ciudades.

Mujica antes había sido miembro del Partido Nacional (denominado en Uruguay ‘Blanco’), acaso porque este movimiento estaba vinculado a quienes trabajaban en la ganadería y la agricultura, una actividad que el mandatario cultiva, literalmente, hasta la actualidad. Su propio padre tenía un fundo, pero que no era de grandes dimensiones.

Algo, sin embargo, se movió en su sangre de ascendencia vasca (Muxica) y genovesa (Cordano), para que se desplazara hacia la izquierda. El presunto ‘progresismo’ del Partido Nacional, que hasta ahora se esgrime, no le fue suficiente, de modo que en 1962 –junto con su amigo Enrique Erro, otro ‘blanco’– creó la Unión Popular, un paraguas para varias izquierdas.

El frente, donde convivían socialistas variopintos y empeñosos militantes de otros grupos (uno llamado ‘Nuevas Bases’), obtuvo dos curules en las elecciones de ese mismo año. Pero Mujica, al parecer ya seducido por el marxismo y por los vientos que venían de La Habana, se convirtió en un tupamaro, con chacra incluida, aun cuando pronto pasó a la clandestinidad.

La guerrilla y la austeridad

En una entrevista para el diario argentino La Nación en septiembre del 2009, ante la pregunta del periodista Ricardo Cárpena sobre su pasado guerrillero, respondió que “la consigna era que no fuera cruento, que no hubiera hemoglobina”. Incluso, con algo de humor negro, añadió que tenía “mala puntería” y a la vez reconoció que su grupo tuvo “desviaciones militares”.

No hay indicios, en efecto, de que el mandatario uruguayo haya sido un tipo especialmente cruel en esa lucha errática, aun cuando los tupamaros perpetraron acciones espectaculares (como los asaltos a bancos) y también crímenes, como el de Dan Mitrione, un asesor de seguridad de origen norteamericano. O secuestros, como el del banquero Gaetano Pellegrini.

La lucha armada del MLN-T, además, había comenzado en los períodos del Consejo Nacional de Gobierno del Partido Nacional (1963-67) y se prolongó hasta 1985, cuando fue elegido Julio María Sanguinetti. En el camino había batallado contra dos gobiernos del Partido Colorado (de 1967 a 1973) y una dictadura militar abierta, que duró 12 años (1973-1985).

En todo ese lapso, Mujica, que hoy luce cierta dulce serenidad, se comió 15 años de cárcel, vividos –o sufridos– en cuatro oportunidades sucesivas, que incluyeron dos fugas, una de las cuales fue el cinematográfico escape de 1971. Su período más largo de carcelería ocurrió entre 1972 y 1985, en pésimas condiciones y sin que le formularan cargo judicial alguno.

En varias entrevistas, el ‘Pepe’ ha sugerido que ese tiempo le enseñó el valor de la austeridad, que hasta ahora practica, para sorpresa global. Cuando en el 2012 el diario español ABC lo rotuló como “el presidente más pobre del mundo”, él respondió, vía el diario la República de Uruguay: “Yo no soy pobre. Pobres son los que creen que yo soy pobre”.

Desde que volvió a la política oficial, Mujica nunca exhibió esa lustrosa imagen tan característica de los políticos del establishment. Fue elegido diputado en 1994 (el primer día en su curul dijo que se sentía “como un florero”) y senador en 1999, con altas votaciones. En todo ese período, solía ir al Congreso en moto, en jean y con botas de chacarero.

La metamorfosis

¿Cómo fue que el viejo guerrillero mutó hacia una posición moderada, alejada de los kalashnikov? Ha dado varias explicaciones sobre eso, entre diáfanas y nebulosas. A la revista argentina La Garganta Poderosa le ofreció, en julio del 2013, una respuesta que parecía resumir su evolución: “antes quería cambiar el mundo, ahora quiero cambiar la vereda de mi casa”.

La metáfora revela su talante realista del presente, que sin embargo no lo ha convertido en un abuelo reaccionario, que funge de bombero de sus ideales de antaño. Desde que a fines de los 80 forjó el Movimiento de Participación Popular (MPP), que agrupaba a socialistas y comunistas de diversa estirpe, Mujica fue, lentamente, viajando hacia la social democracia.

Nunca abandonó su pasión popular, su sentido de justicia, pero a medida que este embrión político fue tomando cuerpo abandonó el tono clasista, la lógica de confrontación, que en el pasado había llenado su vida de tantos sobresaltos. Con el MMP, por añadidura, se integró al Frente Amplio (FA), el colectivo político con el que gobierna hoy Uruguay.

Hacia comienzos de la década del 2000, el otrora subversivo ya hablaba, junto con sus compañeros, de llevar, por un mismo carril la institucionalidad, la lucha política y el movimiento de masas. Su gran desafío, ya en el ejercicio pleno del gobierno, vino cuando el 10 de marzo 2005 el oncólogo Tabaré Vásquez del FA asumió la presidencia de la república.

Mujica fue nombrado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, lo que correspondía no a su pasado guerrillero sino a su más antigua e inacabable vena rural. No tuvo una gestión desastrosa, para nada, a pesar de los pronósticos de sus adversarios, quienes le espetaban –y hasta ahora le espetan– su desatada informalidad y su falta de estudios superiores.

Ayudado por su viceministro Ernesto Agazzi, también ex guerrillero, logró hacer que las exportaciones de carne se dispararan. La imagen del ‘Pepe’ entonces creció, paulatinamente, hasta que en el 2008 fue proclamado, no sin algunas resistencias, candidato del FA. El 29 de noviembre del 2009 le ganaba en segunda vuelta al ‘blanco’ Alberto Lacalle.

El hombre sin corbata

Desde que se entronizó en la presidencia, el 10 de marzo del 2010, dio que hablar en Uruguay y el mundo por su estilo desenfadado, directo, a veces tosco. Pero uno de los mayores cambios para él fue ponerse terno, algo a lo que se había resistido en sus ya varios años de político oficial. Mantiene, no obstante, un último foco de resistencia: nunca se pone corbata.

Mujica es ahora el único presidente sudamericano que fue guerrillero, que ha legalizado la marihuana en la región, que regala el 90% de su sueldo para fines sociales. El único que, estando preso, tuvo que tomar sus propios orines. Y el único que fue capaz de decir, en el podio de la ONU: “Yo defino que el hombre mientras viva con clima de guerra, está en la prehistoria…”

Publicado en DOMINGO de La República el 23/2/14

Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Meditamundo

Un blog de Ramiro Escobar