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Venezuela en el laberinto

El enfrentamiento entre el gobierno y la oposición se aproxima a una situación límite. Es hora de propiciar una transición y de preguntarse por qué este país alumbró un movimiento político como el chavismo.

Publicado: 2014-02-18

Lo más preocupante de la situación venezolana, en este momento –además de la abultada inflación, la escasez y la delincuencia desatada–, es que, nuevamente, hay muertos por el enfrentamiento político. De ambos bandos (dos estudiantes opositores y un chavista), lo que sugiere que el diálogo está roto, en los hechos y por las balas, algo gravísimo.

Se podrá decir que hace tiempo la palabra ha sido reemplazada por el grito, desde el Estado y las calles, pero hace unas semanas el asesinato de Mónica Spear, una ex reina de belleza, pudo sentar en un mismo recinto a Henrique Capriles y Nicolás Maduro (hasta se dieron la mano). Hoy esa pequeña pero hermosa posibilidad parece estar destrozada.

Como es obvio, el gobierno chavista –que luce pálido y con un escaso sentido de la realidad– es el mayor responsable de esta peligrosa deriva. Más allá de sus logros sociales, montados sobre un clientelismo eficaz y persistente, carece ahora de un liderazgo sólido. No tiene ya un vozarrón llanero, un hombre providencial que le devuelva a los ninguneados la ilusión.

La marea autoritaria, asimismo, ha provocado un desencanto vasto, al punto de conformar una oposición que no es, como dice el gobierno, un grupo de “nazifascistas”. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) hoy cobija desde movimientos ex guerrilleros hasta al conservadurismo del más rancio, pasando por ex chavistas. No hay tal fantasma bolivariano.

Es una situación límite, similar a la que se vivió acá con Alberto Fujimori (¡gran amigo de Chávez además!), algo que cierta izquierda disforzada olvida cuando hace malabares en defensa de un desastre. Las derechas duras del continente, a su vez, tan embaladas en tumbar como sea a Maduro, tendrían que mirar más allá del rico municipio caraqueño de Chacao.

El chavismo es un proceso quizás más social que político. Es la consecuencia del fracaso, escandaloso, de los partidos venezolanos. No nació sólo del mesianismo del rumboso ‘Comandante’ sino, también, de la desidia de quienes, durante décadas, ningunearon a una parte de la ciudadanía. Si la oposición quiere gobernar no puede borrar eso de la memoria.

El gobierno, finalmente, debería propiciar una transición, a la larga o a la corta. ¿Ya no se puede? En abril del 2002, cuando se derrocó a Chávez por unas horas, también estalló la violencia y hubo muertos. Pero el presidente volvió. Yo que presencié los hechos tengo hoy la triste corazonada de que, si no hay diálogo, esta vez lo que puede no retornar es la calma.

Publicado en 'Meditamundo' de La República el 18/2/13


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


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Meditamundo

Un blog de Ramiro Escobar