Egipto: segunda re-vuelta
Una ola de protesta remece al gobierno y exige una nueva transición
Apenas a un año de la llegada de Mohamed Morsi al poder, Egipto enfrenta una primavera política reciclada, muy peligrosa, con un gobierno que parece haberse marchitado rápidamente. No es una buena noticia, para nada, aunque da pistas para pensar acerca del difícil parto de la democracia en el mundo árabe.
Ninguno de los países que expectoraron a su mandatario, bajo diversas modalidades, ha aterrizado en la estabilidad. Ni Libia, ni Túnez, ni Yemen son un ejemplo para el país de los faraones. Solo que el peso político de este último lo convierte en un laboratorio crucial para que la ola de cambio adquiera más significado.
Lo que ha pasado en El Cairo y otras ciudades en los últimos días, con inmensas protestas que piden rebobinar el proceso, demuestra que mutó el gobierno pero no el sistema. Los militares siguen teniendo la sartén política en la mano, el presidente Morsi no logra consensos y el país flota en una perturbadora división.
Encima, la situación económica no prospera (13% de desempleo al menos), con lo que el cóctel egipcio camina hacia una crisis crónica y sin salida visible al pie de las pirámides. Lo más preocupante es esa escisión entre quienes quieren más modernidad, cierta des-islamización, y quienes coquetean con el integrismo.
Los Hermanos Musulmanes, hoy en el gobierno en la forma del Partido Libertad y Justicia, no son lo que eran hace más de 20 años, cuando aún tenía a las armas como una forma deseable de lucha. Pero todavía despiertan sospechas de querer que su país, la plaza mayor de Oriente Medio, sea más musulmán de lo que ya es.
La nueva Constitución tiene ese aire y el nombramiento de Adel al-Jayat, un islamista que estuvo ligado a Gama Islamiya (un grupo que apostó por la violencia), ha encendido las preocupaciones. Como no hay punto de encuentro en el laberinto de posiciones, el Ejército ha anunciado que podría intervenir.
No se trataría de algo inédito, ya que fue esta institución la que le quitó la alfombra mágica a Hosni Mubarak, en febrero del 2011, y abrió las puertas de la transición. Ahora aparentemente quiere reabrirlas, debido a la batahola política, lo que, en los hechos, deja su poder casi intacto.
¿Hay otra hoja de ruta? Podría haberla, si la historia egipcia reciente diera luces sobre posibles núcleos políticos que alumbraran otra transición. Pero, por el momento, tenemos una masa deseosa de que no le expropien su revolución, y otra que piensa que Morsi es el hombre del cambio y de Dios.
Publicado en 'Meditamundo' de La República el 2/7/13